Los promotores y los artistas.

Museu Nacional Art Catalunya | Promotors
 

Los promotores y los artistas.

 

Los promotores y los artistas.

La iniciativa de las construcciones se encontraba, principalmente, a cargo de las autoridades condales, eclesiásticas y de la nobleza, que las financiaban en gran medida con donaciones. Un buen ejemplo son las pinturas del ábside de la iglesia del monasterio de Santa Maria del Burgal, donde además de los personajes bíblicos se halla la representación de la promotora y de la familia condal: la condesa Lucía, mujer del conde Arnaldo I de Pallars Sobirà. Aparece en una actitud de ofrecimiento, con una pose respetuosa, de acuerdo con el momento solemne de la ofrenda.

La portalada de Ripoll es también un buen ejemplo de la importancia de los promotores. Su amplio panorama escultórico puede alcanzar sentido más allá de lo estrictamente religioso, por evocar la ceremonia de consagración de la iglesia por parte del abad Oliva, en el año 1032, quien sería el emprendedor de una gran actividad constructora que se pone de manifiesto en la importancia de Ripoll como centro monástico de relevancia internacional.

El arquitecto o maestro de obra, junto con los talleres de escultores o pintores, trabajaba según la iniciativa del promotor y según un programa definido, a la vez que aportaba su capacidad para proyectar y su dominio técnico. El artista trabajaba a partir de modelos establecidos, a pesar de que también eran aceptados unos ciertos márgenes de creatividad. Además, se sabe que algunos de ellos estaban integrados en las propias comunidades. A diferencia de épocas más recientes, es más fácil conocer el nombre de los promotores que el de los artistas, situación que no cambiará hasta el arte gótico.

 

Para saber más

Uno de los pocos cuyo nombre es conocido en Cataluña es el escultor Arnau Cadell, quien se representaría a sí mismo esculpiendo un capitel en el claustro de Sant Cugat del Vallès. Más adelante, en pleno siglo xiii, el frontal aragonés de Gia albergará una inscripción con el nombre de su autor, Joan, un gesto que se ha de interpretar como signo de autoafirmación y orgullo.

Los historiadores del arte utilizan el término maestro para designar al autor de una obra o de un conjunto de obras estilísticamente afines. La propia naturaleza de las obras determinaba que los arquitectos, escultores de piedra y pintores muralistas tuviesen que trasladarse a trabajar de un lugar a otro, atendiendo los encargos que recibían. Sin embargo, también había talleres estables, como se conoce a partir de la producción de esmaltes procedente de Limoges.

Estos talleres, obradores y agrupaciones artísticas itinerantes se situaban cerca de las sedes de las diócesis más importantes y de las grandes abadías, que eran sus principales clientes. No sabemos casi nada de los talleres que trabajaron en Cataluña en la época del románico. Solamente, y como hipótesis, se habla de la existencia de un taller a partir de las afinidades estilísticas o técnicas en diversas obras. En Cataluña se ha hablado de supuestos talleres, como los de Ripoll, la Seu d'Urgell, Vic o Girona.