Presentación de arte moderno

Presentación de arte moderno

¡La colección de arte moderno crece!
En diciembre de 2018 hemos abierto dos nuevas salas para el arte de posguerra y segunda vanguardia (pdf - 3,8 Mb), hemos incorporado tres nuevas obras de Picasso y se puede visitar el proyecto Habitación, de Pedro G. Romero, en el espacio dedicado a la Guerra Civil.

La primera planta dedicada al Arte Moderno reabrió en septiembre de 2014, después de un proceso de renovación de las colecciones, las salas y la museografía. Ofrece ahora un nuevo relato crítico y complejo que evita la mera sucesión de estilos y nombres, y que incluye todas las producciones artísticas del período: la escultura y la pintura, la fotografía, el cartelismo, el cine, la arquitectura y las artes decorativas. Con una mayor presencia de elementos que permiten captar el contexto social, histórico y artístico, y remarcar las conexiones internacionales de los artistas y movimientos de Barcelona y Cataluña. Esta nueva presentación de la colección para los siglos XIX y XX alcanza por primera vez hasta el año 1950, incluyendo el movimiento Dau al Set.
Se estructura en cuatro ámbitos y un epílogo: El artista moderno, Modernismo(s), Novecentismo(s), Arte y Guerra Civil y De la vanguardia a la posguerra.

Proceso de montaje de la nueva presentación de la colección de Arte Moderno (vídeo de 1'50 minutos)
Álbum de Flickr del Museu Nacional con imágenes del proceso de montaje
 

Museu Nacional d'Art de Catalunya | El artista moderno

A mediados del siglo XIX, coincidiendo con la formación de la sociedad burguesa, aparece el artista moderno. A diferencia del artista del antiguo régimen, ligado a los ciclos oficiales de la Iglesia o la aristocracia, el nuevo artista se mueve en el mercado anónimo y la ciudad cosmopolita. Frente a la conversión del arte en mercancía, inventa una nueva religión, el arte por el arte, de la que él es el sacerdote. En una sociedad convulsa, gobernada por el decoro burgués y sacudida por la lucha de clases, el artista se presenta a sí mismo como el especialista de la libertad, y adopta la forma del dandy, del bohemio, el revolucionario o el vanguardista. El artista moderno se enfrenta a las convenciones burguesas y a la burguesía como clase, aunque el enemigo burgués es también su cliente, y el arte, por revolucionario que parezca, se convierte en una de las cúspides del mercado del lujo.

Museu Nacional d'Art de Catalunya | Modernismo

Escenario del poder burgués y de la lucha de clases, la ciudad de finales del XIX y principios del XX es también el lugar por excelencia del arte moderno. Todos los efectos de la industrialización tienen lugar en ella: la tecnificación, los mercados del lujo y los nuevos mercados de masas, el consumo, la moda y el espectáculo, la exaltación de la imagen y la violencia iconoclasta, la construcción y la destrucción, la libertad y la represión. El artista moderno recorre desde los salones de la burguesía, hasta la taberna, el prostíbulo, el music-hall o la calle, donde identifica su libertad bohemia con la de los marginales y vagabundos. Las artes tradicionales se integran con las artesanías y los nuevos media –fotografía, cartelismo, cine–, para crear los estilos característicos del 1900. El modernisme, que abarcará el arte y todos los campos de la cultura, la vida social y la política, es el equivalente barcelonés de movimientos como el art nouveau, la Sezession, el Jugendstil o el Liberty, que implican novedad, ruptura y juventud.

Museu Nacional d'Art de Catalunya | Novecentismo

Ya desde los primeros años del siglo XX, diversos sectores culturales y artísticos en toda Europa reaccionan contra los estilos del fin de siglo –art nouveau, modernisme, etc.– acusándolos de decorativistas, irracionalistas y carentes de forma y estructura. Por un lado, hay una vuelta al clasicismo; por otro, surgen distintas vanguardias que plantean críticamente la función del arte y el papel del artista en una sociedad urbana e industrializada, en la que el prestigio de la utopía del progreso burgués es puesta en cuestión por las guerras y revoluciones que tienen lugar en Europa. Tras los horrores de la Primera Guerra Mundial, bajo el lema «regreso al orden», una nueva reacción se producirá a su vez contra las vanguardias, muchas veces desde el interior de las mismas. Contra el experimentalismo radical en técnicas y materiales que se había dado en los años anteriores –collage, assemblage, etc.–, y contra las tendencias más abstractas, se reivindica un regreso al oficio tradicional y un nuevo realismo, objeto de muy diversas interpretaciones.

Museu Nacional d'Art de Catalunya | Arte y Guerra Civil

El golpe del general Franco contra el gobierno de la República Española, el 18 de julio de 1936, significa el inicio de una guerra civil que concluirá en 1939 con la victoria fascista y la derrota, persecución y exilio de las fuerzas republicanas. Conscientes de la necesidad de dar a conocer al mundo el drama del pueblo español y de coordinar la difusión de la imagen de la lucha antifascista, la República pone en marcha sistemas de propaganda que alcanzarán sus mejores resultados en la actividad desplegada por el Comissariat de Propaganda de la Generalitat de Catalunya, dirigido por Jaume Miravitlles, y por el posterior Ministerio de Propaganda del Gobierno republicano. Las artes tradicionales –pintura, escultura, grabado– y los nuevos media –publicaciones ilustradas, cartelismo, fotografía, fotomontaje, cine, etc.– se unen en una movilización que lleva a su culminación muchas de las aspiraciones del arte moderno y de la vanguardia, sobre todo las que conciben al artista como un productor y un conductor de masas.

 

De la vanguardia a la posguerra

A finales de los años cuarenta, se forman una serie de grupos culturales y artísticos que intentan recuperar el pulso de la vanguardia perdido una vez acabada la Guerra Civil. Dau al Set, fundado en Barcelona en 1948, representa una situación que, pese a anunciar nuevos caminos, continúa enraizada en los modelos de las vanguardias clásicas y, especialmente, en el surrealismo. Dau al Set ejemplifica un principio, pero también en muchos aspectos, el final de un ciclo artístico iniciado cuatro décadas antes, en los primeros años del siglo XX.