La escritura, la palabra, puede aparecer en una obra de arte de muchas maneras. La más directa es la que utiliza a la obra de arte como soporte para la escritura: la firma. Hay otra manera en la que la palabra juega, de forma emblemática o no, con la imagen. Prudentia, por ejemplo, cincelado en un bajorrelieve renacentista, es escritura que usa a la pieza como soporte.
Otra forma de presencia de la escritura es la que representa el objeto o los objetos sobre los que habitualmente se escribe: el libro, el pergamino, etc. El libro magnificado como sede de la Palabra divina o bien el libro en el que alguien escribe: los Evangelios. El libro aparece, también, como símbolo de prestigio o de oficio, de sabiduría o de justicia, de devoción. De ser receptáculo sagrado de la Palabra a humanizarse y convertirse en objeto socialmente prestigioso. El libro como sede de conocimientos humanos, en el caso del Renacimiento, o de vanitas, en el barroco. El libro como ocupación de nobles ilustrados, como distracción de coleccionistas, en el siglo XVIII y el XIX, o el libro como pasatiempo de señoritas cloróticas en el modernismo, objeto burgués civilizado en alguna naturaleza muerta o como excusa para geometrías cubistas, y también la escritura como simple textura en collages.
No olvidemos que la escritura también se encuentra presente en las artes plásticas como narración. Muchas obras de arte son figuraciones de narraciones literarias, bíblicas, mitológicas... Incluso, los autores de estas narraciones han sido inmortalizados a través de los retratos que los pintores y escultores les han hecho.
Por último, la obra de arte también ha llegado a ser soporte de escritura, de ilustración y de decoración, pero así mismo el libro se convierte en receptáculo de las artes plásticas, en excusa para la creación artística, el libro en el que la palabra es secundaria o prescindible del todo, los denominados «libros de artistas».
Para contribuir a la celebración del Año del libro y la lectura, el Museu Nacional d'Art de Catalunya presenta un itinerario donde, a través de una selección de obras de las colecciones permanentes, se alude a la presencia del libro y la escritura en las obras de arte. Por primera vez, las obras seleccionadas se acompañan de una rotulación especial con un doble registro de lectura: uno destinado al público adulto y otro pensado para los niños y jóvenes que visiten la exposición con la escuela o con la familia.
El poeta Narcís Comadira, comisario del itinerario, es el autor de los textos de las cartelas que se recogen en dos catálogos: uno científico, que se acompaña de una serie de artículos de fondo, y un pequeño catálogo dirigido a niños de 6 a 12 años.