Ramon Casas
Barcelona, 1866-1932
La colonización europea en África, Oriente Medio y el sudeste asiático introdujo el orientalismo en el mundo occidental. Exotismo oriental, desde una perspectiva romántica, atrajo artistas occidentales que ya desde principios del siglo XIX comenzaron a utilizar activamente los temas y los motivos de Oriente en las artes visuales, la arquitectura, la música y las artes escénicas.
El mundo del diseño de moda no fue una excepción y en la década de 1910 el orientalismo se introdujo con el uso de nuevos tejidos, como la seda y la gasa, de colores vivos y con una silueta mucho más ágil, fluido y suave. Estos años se caracterizaron por la popularidad de la fluidez en los pantalones, por los quimonos, por las túnicas y faldas más estrechas.
Para saber más:
Henri Privat-Livemont, Rajah, 1899
Marià Fortuny, La odalisca, 1861
Henri Meunier, Thé Rajah, 1897
Ramon Casas, Atelier Casas & Utrillo, 1898
Utagawa Kunisada, Terutehime y Koshimoto Kaoyo, 1847-1848; Francesc Masriera, Después del baile, 1886
Pere Casas Abarca, Esclave, hacia 1900; Eugène Samuel Grasset, Exposition Internationale de Madrid, 1893; Pere Casas Abarca, Fatima, hacia 1900
Francesc Masriera, En presencia del Señor, 1891; Pere Casas Abarca, Extase, hacia 1900; Eduardo Chicharro, Mujer de perfil con quimono, hacia 1913-1925
Josep Tapiró, Novia bereber, hacia 1896; Joan Cardona, Mujer ataviada, hacia 1918
Pere Casas Abarca, Langueur, hacia 1900; Hermen Anglada Camarasa, Granadina, hacia 1914
Si hubo un lugar que en Barcelona representase una modernidad de raíz parisina, ese fue la taberna Els Quatre Gats (1897-1903), fundada por un grupo de artistas que había residido en París –Casas, Rusiñol, Utrillo– y propiedad de Pere Romeu, uno de los mayores protagonistas de la bohemia barcelonesa. Además de promover revistas y otras publicaciones, reunía a aficionados y artistas de varias generaciones, incluido el joven Picasso. Como en los locales de Montmartre en los que se inspiraba, se celebraban exposiciones, conciertos o espectáculos de títeres, justo en el momento de la invención del cine, del que Barcelona se convertiría en un gran centro de producción.
El taller se identifica tanto con el «carácter» del artista moderno como con el «estilo» de su obra. Es el lugar de su recogimiento, de su inspiración, y también desde donde esa inspiración se expande al exterior. El taller quiere ser la imagen perfecta del refugio como centro del mundo. En las representaciones modernas del taller, de pintura o de fotografía, aparecen tanto el artista o el aficionado meditabundos, como el golfillo o la modelo descuidados y, en muchas ocasiones, un cuadro del que solo vemos el bastidor como símbolo del misterio de la obra siempre haciéndose, prerrogativa del artista.
Barcelona, 1866-1932