Escenografías de la Inquisición
Durante el siglo XV, el clima de animadversión hacia los conversos fue en aumento y acabó desembocando en el establecimiento de la Inquisición (1478), una institución particular de los reinos hispanos fundada para perseguir a los nuevos cristianos sospechosos de judaizar. A los recelos de índole religiosa se había añadido desde 1449, fecha de la promulgación de los primeros estatutos de limpieza de sangre en Toledo, un prejuicio racial: la idea de que los conversos eran corruptos por tener sangre impura. En este ambiente de persecución y sospechas, las imágenes religiosas volvieron a desempeñar un destacado papel. Las acusaciones de su profanación se convirtieron en uno de los argumentos más utilizados contra los procesados por herejía judaizante. Las imágenes fueron también el medio para diseñar retóricos programas que justificaban y enaltecían el proyecto represivo desplegado por la Inquisición. Por último, cabe destacar la creación de una iconografía estigmatizadora de los conversos judaizantes, punto de partida de una nueva e infamante alteridad visual. Un intenso proceso de creación figurativa que alcanzó uno de sus momentos más álgidos en torno a 1492, cuando se decretó la expulsión de los judíos.
Fortalitium fidei
El franciscano Alonso de Espina, confesor del rey Enrique IV, escribió la Fortaleza de la fe (h. 1460) a partir de los sermones que había predicado en Castilla. El resultado fue uno de los textos más violentos de la literatura contra judíos y conversos. Desde la más absoluta intolerancia religiosa, la obra plantea la defensa a ultranza de la fe cristiana ante sus enemigos doctrinales: herejes, judíos, sarracenos y demonios. El manuscrito de El Burgo de Osma aquí expuesto es el más antiguo conservado y fue encargado por el obispo Pedro de Montoya. Dado su inmediato éxito, el texto fue objeto de diferentes traducciones a lenguas vulgares y presentado en lujosas copias, algunas con miniaturas de gran calidad realizadas en Flandes, así como en ediciones impresas distribuidas por toda Europa.
“Asedio a la Fortaleza de la Fe”, en Alonso de Espina, Fortalitium fidei, h. 1464.
Pergamino iluminado, 365 x 276 mm
El Burgo de Osma (Soria), Catedral de la Asunción de Nuestra Señora, Biblioteca y Archivo Capitular, ms. 154, fol. 1ov. Fotografías Daniel Salvador
Tomás de Torquemada, Pedro Berruguete y el teatro de la Inquisición
Tomás de Torquemada, inquisidor general de Castilla, convirtió el convento dominico de Santo Tomás de Ávila en una de las principales sedes de la Inquisición. Para ello contó con la colaboración de Pedro Berruguete, uno de los pintores más afamados del momento, quien entre aproximadamente 1491 y 1499 ejecutó diferentes obras en el marco de un retórico proyecto de decoración de la iglesia conventual. Entre ellas destacan los tres retablos del presbiterio –dedicados a santo Tomás de Aquino (conservado in situ), santo Domingo y san Pedro Mártir–, y composiciones de menor formato como el Auto de Fe. Su lectura en clave inquisitorial se vio reforzada con la exposición en los muros de cientos de sambenitos, sentencias y otros signos infamantes de los condenados.
Pedro Berruguete, Retablo de santo Domingo, h. 1491-99. Óleo sobre tabla.
Tabla central: Santo Domingo de Guzmán, 177x90 cm; tablas laterales: Santo Domingo y los albigenses 122 x 83 cm; Santo Domingo resucita a un joven, 122 x 83 cm. Aparición de la Virgen a una comunidad de dominicos, 130 x 86 cm.
Madrid, Museo Nacional del Prado, P-616, P-609, P-610, P-615. Fotografías José Baztán y Alberto Otero
El santo Niño de La Guardia
El caso del santo Niño de La Guardia es uno más de los muchos libelos antijudíos de crimen ritual que se dieron en toda Europa durante la Edad Media. En un clima de gran tensión tras el asesinato del inquisidor Pedro de Arbués, y de intensa actividad de la Inquisición, en 1490 se acusó a un grupo de judíos y conversos de raptar a un niño en Toledo y de someterle a las torturas sufridas por Cristo en su Pasión. Poco después fueron juzgados en un auto de fe en Ávila que tuvo una gran resonancia en toda la Península. El caso supone una variación castiza de la acusación de infanticidio ritual, ya que en ella no solo se incrimina a judíos, sino también a conversos.
Pedro Berruguete. Auto de fe presidido por santo Domingo de Guzmán, h. 1491-99.
Óleo sobre tabla, 154 x 92 cm
Madrid, Museo del Prado, P-618. Fotografías José Baztán y Alberto Otero