Jaume Ferrer
Documentado en Lleida, entre 1430-1461
El compartimento central de este retablo está presidido por san Jerónimo, ataviado de cardenal, en su despacho, rodeado de libros y de los instrumentos para escribir. San Jerónimo es escritor y el traductor de la Biblia al latín, la Vulgata, y aparece en su entorno de trabajo. Como...
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Cristo de Piedad entre los profetas David y Jeremías
h.1495-1500. Óleo sobre tabla
Los tres personajes de la tabla portan sendas filacterias: la de Cristo Varón de Dolores alude a la Pasión, las de los profetas a la Encarnación. Desde el siglo XIII se constata la asociación visual entre la figura de David y la imagen del Varón de Dolores, emblema del triunfo de Cristo sobre la muerte. Según las escrituras, David, monarca y profeta veterotestamentario, era un heraldo de la resurrección de Jesús.
Donación de la família Várez Fisa, 2013.
Museo Nacional del Prado, Madrid.
Breviari d’Amor, El diablo impide a los judíos la comprensión de las
Escrituras
h. 1375-1400. Pergamino iluminado
Las figuras de los Padres de la Iglesia ilustran las profecías mesiánicas. Junto a ellas aparece una elocuente imagen: un diablo venda los ojos de un judío impidiéndole leer un libro. La ceguera expresa la idea de la cerrazón del judaísmo ante las Escrituras. Como reza el título en catalán que encabeza la imagen: “el jueu cec no entèn la profecia”. Para subrayarlo se transcribe el texto sagrado en hebreo.
The British Library, Londres. MS. Yates Thompson 31
Synagoga
h. 1250-1300. Madera policromada
Cegada por una venda y con la cabeza inclinada en un gesto de tristeza, esta elegante personificación de la Sinagoga simboliza para los cristianos la derrota del Antiguo Testamento. Como la talla de la Iglesia aquí expuesta, procede probablemente de un Calvario castellano. La Sinagoga reinó antaño, pero su tiempo ha pasado: su corona la ostenta ya la Iglesia, que gobierna a la espera de la segunda venida de Cristo.
Colección «El Conventet», Barcelona
Cristo bendiciendo
h.1494-96. Óleo sobre tabla
A los lados de Cristo entronizado se sitúan las alegorías de la Iglesia, una joven coronada de laurel que porta un cáliz y sostiene un estandarte crucífero, y de la Sinagoga, una decrépita anciana cegada y con su banderola rota. El amarillo de la divisa y del vestido es un signo negativo: desde el siglo XIII, este color se relacionó con la mentira y la traición. De ahí su asociación con Judas y, mediante una obvia voluntad infamante, con el judaísmo y la Sinagoga.
Museo Nacional del Prado, Madrid
Ecclesia
h. 1250-1300. Madera policromada
La alegoría de la Iglesia es una joven reina que afirma su autoridad en la tierra: está coronada y viste dalmática, casulla y alba. A juzgar por el orificio visible en su mano derecha, debió de portar un estandarte o un cáliz. Iglesia y Sinagoga son personificaciones, pero las audiencias medievales las vieron como personajes concretos. Más aún, constituyen una metáfora de la sumisión de los judíos al cristianismo y de su posible conversión al final de los tiempos.
Fundación Francisco Godia, Barcelona
Breviari d’Amor, El diablo impide a los judíos la comprensión de las
Escrituras
h. 1325-50. Pergamino iluminado
Al contrario de la fórmula elegida en el resto de manuscritos del Breviari d’Amor para evocar la obstinación de los judíos, aquí no se priva de visión al judío sino de su capacidad de escucha. El arma del diablo no es la venda, sino una tuba que sopla al oído de su víctima impidiéndole la audición. Las inscripciones explicitan la consecuencia: “lo jueu encegat no entèn la profecia” o “no entèn la Església”.
Biblioteca Nacional de España, Madrid
San Esteban predicando en la sinagoga
h.1340-50. Temple y pan de oro sobre tabla
En una imagen que busca manifestar la superioridad de la fe cristiana, los judíos reaccionan a las palabras de Esteban con una mezcla de aceptación, incredulidad y desesperación. Algunos visten una túnica larga con capucha. En el IV Concilio de Letrán (1215) se dictaminó que judíos y musulmanes llevaran algún elemento identificativo para distinguirse de los cristianos. Aunque la legislación sobre la indumentaria tuvo un cumplimiento limitado, dio lugar a la creación de una serie de códigos iconográficos segregadores.
Museu Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona
Cristo entre los doctores (del retablo de Santa María de Borja)
1465-77. Temple sobre tabla
A diferencia de la mayoría de las representaciones de este tema, aquí los sacerdotes judíos escuchan atentamente las palabras de Jesús. Cabe observar que, en lugar de llevar la capa judía, se les caracteriza con unos tocados orientalizantes parecidos a los utilizados por los musulmanes valencianos y aragoneses. Otra fórmula iconográfica que permite señalar visualmente la frontera religiosa que separa a los judíos de los cristianos.
Museo de la Colegiata de Santa María, Borja (Saragossa)
El profeta Daniel
h.1360. Piedra caliza policromada
Desconocemos el origen de esta escultura, pero, puesto que los profetas no se solían representar de forma aislada, cabe conjeturar que formaría parte de un conjunto más amplio. Durante la Baja Edad Media, los grupos de imágenes de reyes y profetas del Antiguo Testamento fueron concebidos como un complemento indispensable de los ciclos del Nuevo Testamento. Su misión era la de anunciar la Encarnación y el sacrificio redentor del Mesías.
Colección Casacuberta Marsans
San Daniel
h.1455-60. Temple sobre tabla
La presencia de profetas, en ocasiones emparejados con los evangelistas o los Padres de la Iglesia, es frecuente en los espacios periféricos de los retablos góticos. Así debió de suceder en el caso de esta pequeña tabla con el profeta Daniel, reconocible por la inscripción referida a una de sus profecías escatológicas. Probablemente formó parte del banco o zona baja de un conjunto de mayores dimensiones.
Legado de Pablo Bosch y Barrau, 1916
Museo Nacional del Prado, Madrid
Uno de los periodos artísticos más brillantes del arte catalán. En los siglos XIII y XIV, el uso del color y el volumen de los cuerpos característicos de los artistas de Italia y Flandes comportan un profundo cambio en toda Europa. El románico no desaparece y...
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