Jump to navigation
Busca en la colección
Busca en el archivo
Del 23 de febrero al 2 de julio de 2023
Programa de mano (pdf - 1,75 Mb)
Esta primera exposición monográfica dedicada a Lluís Borrassà (doc. 1380-1424/1425) se gesta a raíz del ingreso de dos pinturas del artista en la colección. Adquiridas en 2020 por la Generalitat de Cataluña, a propuesta del museo, la Vestición de san Pedro Mártir y la Decapitación de los familiares de san Hipólito han cubierto la escasa representación que tenía el autor, uno de los principales pintores del gótico catalán.
Reencontradas en el mercado artístico, ambas obras proceden de dos retablos de la catedral de Barcelona, uno de los grandes monumentos de la época, entonces en construcción. La exposición las presenta en el contexto de la producción del artista para este templo, reunidas con buena parte de la documentación y de los vestigios artísticos conocidos: un espléndido grupo de tablas, desmembradas y dispersas, algunas conservadas en colecciones privadas. Todo ello es testigo de una realidad pretérita, parcialmente conocida, que ahora se encuentra en plena recuperación gracias a los estudios y los hallazgos de los últimos años.
Lluís Borrassà es el miembro más eminente de una estirpe de pintores gerundenses, en activo durante más de un siglo. Formado probablemente en el taller paterno, se documenta por primera vez en 1380 como pintor de Girona y «regente en hacer cristaleras» de la catedral de la ciudad.
Poco después se establece en Barcelona, donde acaba dirigiendo el obrador pictórico más fértil e influyente de la Cataluña de su tiempo. A lo largo de más de cuarenta años asume diversas tareas, si bien destaca en la pintura de retablos, con una cincuentena de encargos conocidos.
Por su obrador pasaron numerosos colaboradores y aprendices, la presencia de los cuales puede explicar ciertas diferencias en su obra. Entre ellos sobresale Lluc, uno de sus esclavos —tenerlos era un hecho habitual en la época—, adquirido en 1392 y liberado después de la muerte del maestro.
El vínculo del pintor con este templo abarca buena parte de su carrera profesional. En el año 1396 ya recibe un pago por haber comprado una cantidad de pigmento azul y por haber policromado parte del púlpito de madera del coro, elaborado por el escultor Pere Sanglada e iniciado en 1394.
Pero hasta nuestros días, su impronta principal se localiza en cuatro retablos, todos ellos desmontados en la época moderna y conocidos parcialmente. Los dos primeros se hicieron para la capilla de San Antonio Abad y para la girola de la capilla de San Andrés. Los otros dos, dedicados a tres santos y de estructura similar, los costearon dos miembros de la familia Despujol y los emplazaron, respectivamente, en las capillas de Santa Marta y de San Lorenzo de la nave.
1403-1406
Lo promovió Valença, viuda del pelaire Bernat Moner, que en 1400 fundó un beneficio eclesiástico en la capilla de San Antonio; es decir, le asignó una renta perpetua para el culto.
En 1403, Borrassà firmó el contrato por la pintura del retablo, una vez hecho el soporte de madera. El último pago de las 70 libras (16.800 dineros) del coste total, incluida la pintura de la sacristía posterior, se efectuó en 1406.
No se conoce ningún vestigio de este conjunto de tres calles y tres pisos, similar al de la estructura metálica adjunta. San Antonio ocupaba el compartimento central, coronado por el Calvario y flanqueado por las escenas de su vida. En la predela debía de haber medias figuras en torno al Cristo de Piedad, si bien fuentes posteriores aluden a un ciclo de la Virgen María.
C. 1400-1410
La construcción de un nuevo retablo en la capilla de San Andrés, a inicios del siglo xx, comportó el desmontaje del conjunto barroco precedente y, a la vez, el descubrimiento de vestigios pictóricos del antiguo retablo gótico, que se habían empleado como elementos constructivos. De aquí que su estado sea tan parcial o que se conserven restos de dorado o de estrías en el dorso.
Asignados a Borrassà y datados relativamente por su estilo, estos fragmentos tienen que pertenecer al retablo de san Andrés, que debió de pagar el prohombre barcelonés Joan Sabastida. Estaba compuesto por un compartimento central con san Andrés entronizado y varios episodios de su vida en las calles laterales. El Calvario o el Ángel con los instrumentos de la Pasión de Cristo (Arma Christi) completaban la temática.
1414-1421
En 1408, el boticario Guillem Despujol fundó el beneficio de Santo Domingo y San Pedro Mártir, los principales de la orden de los dominicos, en la capilla de Santa Marta de la catedral. Más tarde, en su testamento (1414), hizo constar la voluntad de erigir un retablo dedicado a los tres santos que incluyera su propio escudo y el de su esposa, Constanza.
La documentación del siglo xvi describe la estructura y la distribución temática de este retablo que, como de costumbre, estaba protegido por una cortina. Desgraciadamente, tan solo conocemos la tabla central y el Calvario que, originariamente, lo sobremontaba. De todas las escenas narrativas que contenía, hoy en día solo han aparecido cuatro de los seis compartimentos dedicados a san Pedro Mártir.
1419-1420
Tiempo después de la realización de la estructura de madera, Borrassà pactó la pintura con el canónigo Ferrer Despujol, el 17 de febrero de 1419. El encargo incluía la policromía de la sacristía de la capilla y tenía un coste de 85 libras barcelonesas (20.400 dineros), que tenía que percibir al acabar, la Pascua del año siguiente. El 30 de mayo de 1420, Despujol fundó el beneficio de San Hipólito.
Por ahora, de este retablo solo se han localizado cinco tablas. Aun así, se tiene conocimiento de tres más, dedicadas a san Lorenzo: la flagelación, el martirio en la parrilla y, posiblemente, el bautismo de san Hipólito. Los documentos del siglo xvi también informan, en este caso, de la estructura del conjunto y de la distribución de los temas representados.
El responsable de rescatar a Borrassà del olvido secular fue Josep Puiggarí (1821-1903), uno de los estudiosos pioneros del arte catalán. En 1860 publicó el primer artículo sobre el pintor y le atribuyó, sin documentación que lo avalara, pero con acierto, la primera obra: una tabla de la catedral de Barcelona, ilustrada a partir de un dibujo propio.
Y es que, desde joven, Puiggarí practicó el dibujo y lo aplicó en el estudio de su especialidad: la historia del traje. Sobre todo, le interesaba por su valor documental y lo utilizó para ilustrar libros. De aquí que, por ejemplo, dos de sus trabajos inéditos incluyan dibujos con inscripciones de las tablas, ya desmontadas, de dos retablos de Borrassà de la catedral barcelonesa, que han permitido ampliar su conocimiento.