Más sobre el Arte Moderno

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Neoclasicismo, romanticismo y realismo. Las tres corrientes artísticas que definen el siglo xix en Europa inciden en Cataluña. La ausencia de dramatismo neoclásico se reconoce en las obras de Josep Bernat Flaugier y Damià Campeny. El romanticismo encuentra sus mejores ejemplos en los retratos de Claudi Lorenzale y el paisajismo de Lluís Rigalt. Una representación del entorno que sigue con Joaquim Vayreda, la Escuela de Olot y Ramón Martí Alsina, introductor del realismo de Courbet. Más tarde encontraremos la corriente simbólica en las pinturas de Alexandre de Riquer y Joan Brull.

Marià Fortuny, el mejor pintor español del siglo xix después de Goya, triunfó internacionalmente con la pintura de género y apuntó planteamientos avanzados en sus últimas producciones. La escuela “luminista” de Sitges, heredera de la tradición fortuniana, cuenta con pintores como Romà Ribera y Francisco Masriera y escultores como los hermanos Vallmitjana.

Ramon Casas y Santiago Rusiñol pondrán la primera piedra de la renovación que llevará el modernismo, con la incorporación de aspectos del impresionismo francés. Una generación después, Isidre Nonell, Marià Pidelaserra, Hermen Anglada-Camarasa, Nicolau Raurich o Joaquim Mir llevarán la pintura catalana a uno de sus momentos más brillantes. La escultura modernista de Miquel Blay y Josep Llimona también tiene el ojo puesto en Francia, para abrazar la influencia de Rodin. 

Pero es en la colección de artes decorativas donde se muestra una de las producciones más excepcionales del modernismo catalán: los suntuosos interiores de Josep Puig i Cadafalch, Gaspar Homar y Antoni Gaudí, procedentes respectivamente de las casas Ametller, Lleó Morera y Batlló, del paseo de Gràcia de Barcelona, así como notables ejemplares de artes del objeto en forja, cerámica, vidriera y joyería, sin olvidar los conjuntos de mobiliario de Joan Busquets y de los arquitectos Josep M. Jujol y Gaudí.

El novecentismo es el último de los movimientos artísticos más ampliamente representado en el Museu Nacional. Se considera como una búsqueda de las esencias propias y la mediterraneidad, con las esculturas desnudas de Josep Clarà y Enric Casanovas, y con un marcado acento popular en las pinturas de Xavier Nogués y las obras de Manolo Hugué. Pero en los mejores pintores novecentistas, como Joaquim Torres-García y Joaquim Sunyer, encontramos algunas influencias de Cézanne.

En 1920 aparece una nueva generación de artistas que tuvo que enfrentarse al dilema: ¿tradición figurativa o de vanguardia? Josep de Togores y Francesc Domingo son autores de una producción con voz propia en el contexto del realismo internacional de entreguerras. Otros, como el mismo Torres-García, Rafael Barradas o Salvador Dalí, encontraron en las Galerías Dalmau el lugar idóneo para exponer su producción más innovadora. La vanguardia histórica, especialmente en la vertiente de la escultura, se encuentra muy bien representada con notables conjuntos de Pablo Gargallo, mientras que en pintura destaca el retrato Mujer con sobrero y cuello de piel (Marie-Thérèse Walter), de Pablo Picasso

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