Adolf Fargnoli Iannetta (1890-1951), hijo de una familia modesta procedente de Italia, fue un artista autodidacta, dotado de un aura singular forjada en la Girona noucentista, ciudad que amó profundamente. Fargnoli tuvo la suerte de tener unos mentores, Rafael Masó y Carles Rahola, responsables del proyecto de regeneración de la ciudad, que se dieron cuenta de su valía. Entre 1916 y 1932 vivió en Girona, donde tuvo dos talleres, en la calle de Santa Eugènia, 32, y desde 1927 —poco después de nacer su hijo y morir su esposa—, en la calle de la Força, 23. Se especializó en la talla de cajitas, cruces y otros objetos de madera y metal o madera y cerámica argerata, a los que dotaba de nombres propios y que lo convirtieron en un mito de la Girona noucentista. Su singularidad artística y personal lo hicieron merecedor de logros nacionales e internacionales. Las casi cincuenta exposiciones individuales que celebró entre 1918 y 1933 muestran la amplitud de su marco de relaciones y su integración en el mundo cultural contemporáneo. Este era el Fargnoli conocido hasta ahora.
Pero no solo existió el Fargnoli gerundense, el artífice de las arquetas y “el poeta de las cosas sencillas”, como más de un crítico lo había definido, porque a partir de 1932 fijó la mirada en Barcelona y se instaló allí. Si bien nunca dejó el taller de la calle de la Força e iba a menudo a Girona a ver a sus padres y a su hijo, que vivía en Anglès con una nodriza, estaba convencido de que Barcelona le abriría nuevos horizontes. Sin embargo, de carácter bohemio y desvinculado de normas sociales, cada vez más lejos de los éxitos de la etapa gerundense, en 1933 sufrió un fuerte trance emocional, producto de su confusión entre el arte, la amistad y el amor. Barcelona fue entonces un entorno adverso, que lo llevó a una crisis profunda. Mientras, abandonó las cajitas, y el artesano se convirtió en diseñador con la creación de la marca D’Annali, aunque no acabaría saliendo adelante. Dejó la pieza única tallada con sumo cuidado para dedicarse al diseño de creaciones de bisutería femenina de gusto Art Déco, y la Girona de la escuela de Masó quedó superada por la modernidad, la estética de Hollywood y el sueño americano, que tanto lo deslumbraban. Las consecuencias de la Guerra Civil, durante la cual perdió herramientas y materiales, y la dura posguerra hicieron que se replegara, y hasta 1945 no volvió a sus creaciones y, a la vez, a su prosa poética, unas reflexiones y pensamientos inéditos hasta ahora, que quería editar. Fargnoli murió el 17 de marzo de 1951, poco después de la muestra retrospectiva que había celebrado en el Instituto de Cultura Italiana de Barcelona.
Presentación de los artistas gerundenses en las Galeries Laietanes de Barcelona en junio de 1918
El 27 de junio de 1913, el arquitecto Rafael Masó y su amigo, el escritor e intelectual Xavier Monsalvatge, inauguraban en Girona la sociedad Athenea, centrada en el fomento de las artes y los bellos oficios. Era una primera acción en pro del resurgimiento cultural de la ciudad, hasta entonces muy dormida. Athenea se cerró en 1917, pero un año después Masó coordinó la Exposició d’Artistes Gironins en las Galeries Laietanes de Barcelona. La muestra venía a ser la presentación de los objetivos alcanzados por el arquitecto desde Athenea. Exponer en las Laietanes les supuso una gran difusión fuera de Girona.
En el texto del catálogo de la exposición, Monsalvatge daba a conocer este renacimiento de Girona: “Vosotros, gente de Barcelona, podréis ahora ver plasmada la espiritualidad de una ciudad catalana desconocida de todo el mundo, y hasta de los propios gerundenses…”. Era la presentación del Noucentisme gerundense en Barcelona. Monsalvatge llamaba a Masó “señalador de caminos”, una buena forma de definir la labor de abrir los ojos de los jóvenes a los nuevos caminos artísticos europeos. Por eso se puede hablar de la escuela de Rafael Masó. Fidel Aguilar, escultor (ya fallecido); Joaquim Coll, dibujante; Joan Corominas, pintor; Adolf Fargnoli, ebanista; Joan Solà, pintor; Joan Surós, pseudónimo de Joan B. Coromina, ceramista y pintor; y Pere Vallmajó, repujador, coordinados por Masó, expusieron en Barcelona y constituyeron la segunda generación noucentista gerundense. Fargnoli había pasado a formar parte de esta, al ser muy reconocido por sus creaciones en madera tallada. Era el pistoletazo de salida de una trayectoria singular.