Aunque muy olvidada por la historia oficial, la decoración monumental no dejó de existir en los tiempos de las vanguardias. Por un lado, artistas de vanguardia practicaron un muralismo renovador en el que integraron técnicas como el collage o el fotomontaje, sobre todo en la Italia fascista y en la Rusia soviética; por otro, se diseñaron grandes ciclos decorativos para templos, edificios oficiales o palacios privados, resueltos con técnicas tradicionales y formas conservadoras, inspirados en los fresquistas barrocos.