Los nuevos media se popularizan en los años treinta no solo gracias a las producciones comerciales, sino también a la invención de cámaras fotográficas y cinematográficas de precio relativamente bajo y sencilla manipulación, concebidas para uso doméstico. Artistas, fotógrafos, cineastas y aficionados –los clubes de fotografía o cine amateur se multiplican en todas las ciudades europeas– convierten estos medios en una parcela de experimentación formal que funciona como un interesante sistema de vasos comunicantes entre lo comercial y popular, y la vanguardia.