En la década de 1930, el arte moderno o arte nuevo ha sido ya asumido como habitual y, tal como había ocurrido con los estilos 1900, sus formas banalizadas impregnan toda la sociedad a través de lo que se dio en llamar art déco o «lirismo contemporáneo». Los distintos surrealismos se rebelan contra esta situación reivindicando un regreso a un arte supuestamente más auténtico, que encuentre sus motivos no en la lógica de la «vida moderna», sino en lo primitivo, lo subconsciente y el sueño.