Aunque el artista moderno define su libertad en oposición a las convenciones de la burguesía, el retrato burgués es su modus vivendi esencial. Desde bustos pomposos en los que se le exige la representación realista de los encajes y las joyas, hasta retratos domésticos –a veces los de su propia familia– en los que se muestra la seguridad de una vida rica en todos los sentidos, e incluso retratos póstumos, el artista recurre a cualquier registro. Pero este es también el terreno en el que la competencia con la fotografía se hace más dura. Dos tipos de realismo se comparan aquí: el aún «trascendente» del arte y el ya «objetivo» de la fotografía.