En las jerarquías del arte, la pintura de historia ocupaba el lugar más elevado. Eran obras de gran formato y con muchos personajes, a través de las que el artista alcanzaba el mayor reconocimiento. Pero en un mundo artístico ya no dominado por el simbolismo del antiguo régimen, sino por la inconstancia del mercado y por el presente fugaz, esas grandes «máquinas moralizantes» ya no tienen cabida. Impelido por la irrupción del reportaje periodístico y de la fotografía, y necesitado de conservar su estatus frente a esos nuevos medios, el artista moderno sustituirá los temas de la historia por los de la actualidad: la guerra colonial, la lucha de clases, etc.