Cuando a mediados del siglo XIX Japón abre sus puertas al comercio con Occidente, la afición a su cultura y su arte se extiende por la sociedad europea. El tipo de estampas populares conocido como ukiyo-e se convierte en objeto de admiración y coleccionismo, tanto por parte de la burguesía como de los propios artistas. Los interiores burgueses se llenan de ornamentaciones japonizantes –telas estampadas, biombos, sombrillas, abanicos…–, pero, al contrario de lo que había pasado con otros exotismos asimilados más superficialmente, el estilo de esas estampas –la línea, las tintas planas, los encuadres y formatos– determinará la estética de las vanguardias.