Los valores poéticos y espirituales que el simbolismo reivindica, y su voluntad de trascendencia contra el antiidealismo de los realismos o los impresionismos, también se reflejan en los formatos de las pinturas o fotografías, que intentan evocar, a veces, los del arte religioso. Contra el simple cuadro de caballete, característico de la modernidad, el simbolismo opone la complejidad del ciclo o del retablo –tríptico o políptico– y la extensión de la obra desde el interior de la pintura al diseño del marco.