En las décadas de 1830 y 1840, el diseño victoriano se vio influido por el estilo neogótico; Augustus W.N. Pugin era su principal representante y afirmaba que la calidad de los edificios refleja la calidad de la sociedad que los construye. En sus libros, Pugin yuxtapuso imágenes de monasterios medievales católicos con ciudades protestantes modernas e insistió que todo elemento arquitectónico debía resultar esencial para su función y mostrarse con honestidad.
Durante su juventud, William Morris se interesó más por las iglesias antiguas del condado de Essex y las novelas de Walter Scott que por los debates en torno al diseño. Aquellas lecturas fueron determinantes para su visión de un pasado medieval repleto de caballerosidad y aventura. Sin embargo, el despertar intelectual y estético de Morris se produjo en Oxford, donde conoció a Edward Coley Burne-Jones. Juntos descubrieron la pintura de los prerrafaelitas y la obra de John Ruskin, que celebraba la belleza de los edificios medievales y la obra de los artesanos que los crearon. En concreto, el capítulo “The Nature of Gothic” [La naturaleza del gótico] de The Stones of Venice [Las piedras de Venecia] (1851-1853) abrió los ojos de Morris a la creatividad o independencia de los artesanos medievales en contraste con la naturaleza impersonal de la producción mecanizada moderna.
En 1860 Morris y su mujer, Jane Burden, se mudaron a la Red House [Casa roja], en Bexleyheath (Londres), diseñada por Philip Speakman Webb. Decoraron los interiores con pinturas murales, telas bordadas, muebles, vidrieras y azulejos. Estos elementos fueron diseñados por Morris y un grupo de amigos, entre los que se encontraban Burne-Jones y Dante Gabriel Rossetti, e ilustran la visión de Morris de un “palacio de arte” medieval. La satisfacción derivada de esta tarea, junto a las dificultades que tuvieron para encontrar productos comerciales de su gusto animaron al grupo a crear su propia compañía de artistas diseñadores. En 1861 se fundó Morris, Marshall, Faulkner & Co.
Los primeros productos vendidos por Morris, Marshall, Faulkner & Co. fueron telas bordadas, azulejos pintados a mano y vidrieras, que ponían de manifiesto el entusiasmo de sus socios por el arte medieval. A mediados de la década de 1860, la compañía comenzó a producir artículos más comerciales, sobre todo papeles pintados y tejidos estampados. Estos objetos tenían un precio más asequible y contribuyeron a aumentar la variedad y el número de clientes.
El rechazo de Morris por los colorantes químicos lo llevó a experimentar con pigmentos naturales. Estos pigmentos produjeron colores tenues pero ricos y suntuosos, que realzaron sus patrones florales simples con sus formas orgánicas y rítmicas derivadas de la naturaleza y la ornamentación medieval.
La defensa de Morris de lo artesanal frente al proceso mecanizado respondía tanto a motivos estéticos como intelectuales. Consideraba que una obra hecha a mano producía placer y satisfacción a quien la creaba, mientras que el trabajo mecanizado era repetitivo y bloqueaba toda libertad creativa. También se opuso con vehemencia a la deshumanización, la explotación y los bajos salarios asociados al trabajo en las fábricas.
Morris & Co. –como se denominaría la firma a partir de 1875– se convirtió en una empresa próspera y muy conocida de decoración, con representantes en muchos lugares de Europa y Estados Unidos. Sin embargo, Morris cada vez dedicaba más tiempo a la política. En 1881 se hizo miembro de la Social Democratic Federation [Federación Democrática Social] y trabajó incansablemente para promover la causa socialista mediante escritos, discursos y donaciones. Abandonó su idea original de que la sociedad podía ser transformada mediante el arte, para defender que el arte no podía florecer hasta que se reformara primero la sociedad.
En 1877 fue uno de los miembros fundadores de la Society for the Protection of Ancient Buildings [Sociedad para la Protección de Edificios Antiguos]. Su último logro profesional fue la Kelmscott Press, para la que diseñó tres tipografías y editó 52 libros con un total de 644 diseños. Como resumen de su carrera Morris dijo: “si me preguntasen cuál es la producción más importante del arte contestaría que una casa hermosa, y si me pidieran la segunda en importancia, diría que un libro hermoso”.
El término “Arts and Crafts” [Artes y Oficios] se utilizó por primera vez en 1887 para describir la Arts and Crafts Exhibition Society [Sociedad para la Exposición de Artes y Oficios], que organizaría influyentes exposiciones entre 1888 y 1916. El movimiento reunió a arquitectos, diseñadores y artesanos que compartían una profunda preocupación por el impacto negativo de la industrialización en los oficios artesanales tradicionales, las comunidades rurales y la sociedad coetánea. Muchas de sus convicciones estaban inspiradas en las ideas de William Morris: en especial su énfasis en las “artes menores” y lo artesanal, y su convencimiento de que se podía mejorar la vida de las personas adoptando estilos de vida sencillos y objetos cotidianos bien diseñados fabricados con materiales de calidad.
El movimiento fue un fenómeno urbano sostenido por una red de escuelas, gremios, exposiciones y sociedades que surgieron en Londres y en otras ciudades principales, y que atrajo a un gran número de clientes y consumidores cultos y sofisticados. Pero también albergaba una profunda nostalgia por el campo y las tradiciones rurales. Algunos de sus seguidores buscaron una nueva vida en el campo y en 1884 se fundó la Home Arts and Industries Association [Asociación de Artes e Industrias del Hogar] para recuperar los oficios artesanales y mejorar la economía de las comunidades rurales más pobres.
El movimiento Arts and Crafts rescató el uso de materiales y habilidades tradicionales en interiores aireados y llenos de luz caracterizados por vigas vistas, chimeneas grandes, papeles pintados y textiles con coloridos motivos vegetales. Los muebles, realizados con maderas locales como el roble y el pino, incorporaron adornos tallados o incrustados y grandes bisagras de metal.
A comienzos del siglo XX, los artículos producidos por el movimiento Arts and Crafts habían alcanzado tal popularidad en Gran Bretaña que podían adquirirse en tiendas tan prestigiosas como Heal & Son o Liberty & Co.
El movimiento Arts and Crafts comenzó a extenderse fuera de Gran Bretaña a partir de la década de 1890. Diseñadores, fabricantes y comerciantes minoristas extranjeros visitaban sus exposiciones y muchos diseñadores británicos exponían fuera y vendían sus productos en tiendas como la Maison de l’Art Nouveau de Siegfried Bing (París) o Sub Rosa (Estocolmo), así como en Barcelona, Berlín, Copenhague, Fráncfort o Zurich. La revista londinense The Studio publicaba versiones en francés, alemán y español y la estadounidense The Crafts man informaba sobre las últimas novedades.
Cada país adoptó de forma diferente las prácticas del movimiento. Mientras Gran Bretaña ofrecía un modelo a seguir respecto al trabajo en el taller y la recuperación de las técnicas artesanales, otros países exploraban diversas formas de relación con la industria y creaban artes que promovían cambios sociales y políticos, o profundizaban en las tradiciones locales para establecer un estilo nacional distintivo.
En Estados Unidos, Frank Lloyd Wright abrió los espacios interiores e integró en ellos mobiliario rectilíneo y elementos como las vidrieras. En Alemania, los talleres se centraron en la producción de artículos cotidianos de calidad a precios asequibles, combinando producción mecanizada y trabajo manual. Y mientras que el arquitecto holandés Hendrick Petrus Berlage se ocupó del ideal socialista del arte para el pueblo, los Wiener Werkstätte [Talleres vieneses] produjeron artículos caros hechos a mano para la élite pudiente y cosmopolita de Viena y su imperio. En Noruega y Finlandia se utilizó la imaginería vikinga y motivos extraídos de sagas y cuentos; en Suecia, la casa de Carl y Karin Larsson, Ett Hem [Un hogar], convirtió su vida familiar en modelo de una sociedad feliz y en paz. En nuestro país, Barcelona fue la ciudad en la que el movimiento Arts and Crafts tuvo mayor impacto. La Casa Amatller se decoró con telas del diseñador británico Harry Napper y, con motivo de la V Exposición Internacional de Bellas Artes e Industrias Artísticas (Barcelona, 1907), el coleccionista Alexandre de Riquer contribuyó a que el hoy Museu Nacional d’Art de Catalunya adquiriera obras de artistas y artesanos británicos.