Hace cien años moría en Lleida Xavier Gosé, prototipo del ilustrador moderno, que se encontraba en la cima de su madurez artística y que alcanzó una posición muy notoria en la escena artística internacional. Había abandonado París, donde residió en el barrio de Montparnasse entre 1900 y 1915, a causa del caos de la Gran Guerra y debilitado por la tuberculosis.
Para conmemorar la efemérides, el Museu Nacional d’Art de Catalunya y el Museu d’Art Jaume Morera de Lleida, que conserva el legado más importante de Gosé, suman esfuerzos para brindar al público una exposición retrospectiva sobre un artista, cuya obra no había sido presentada antes en el Museu Nacional.
El objetivo de esta muestra es reunir lo mejor de su obra conocida y descubrir los trabajos inéditos para ampliar la visión sobre su trayectoria creativa, que se extienda desde la Barcelona de Els Quatre Gats hasta el París de la belle époque y prefigura el art déco. Las cerca de doscientas cincuenta obras expuestas (entre dibujos, pinturas, revistas, ilustraciones de moda y trajes de alta costura) permiten trazar un recorrido por la crónica mundana del París de principios del siglo xx, la capital del arte y el entretenimiento que atrajo a artistas del mundo entero. A su vez, la obra de Gosé, catalizadora de las corrientes estéticas y gráficas del momento, invita a sumergirse en la atmósfera de una época histórica que se debate entre la tradición y la seducción de lo moderno.
Gosé se formó en Barcelona, en la Escuela de Llotja, donde entró en contacto con un interesante grupo de artistas, como por ejemplo Torres Garcia, Nonell, Mir o Sunyer. En esa etapa fue fundamental su paso por el taller de uno de los grandes ilustradores del momento, Josep Lluís Pellicer. Paralelamente, trató de abrirse camino colaborando en diversas revistas ilustradas, como L’Esquella de la Torratxa o Barcelona Cómica entre otras. Se trata de trabajos plenamente identificados con el modernismo más típico y con el art nouveau, lo que le llevó a ser considerado uno de los primeros cultivadores de ese género en Cataluña. Pero Gosé también reflejó la otra cara de la Barcelona modernista, la vida de los suburbios, siempre desde un ideario estético no alejado del realismo del maestro Pellicer y con una iconografía de marcado carácter social. Su relación con el círculo reunido en el entorno de Els Quatre Gats le condujo, además, a exponer en el mencionado local en 1899, con un éxito de público y de crítica importante.
En 1900 Gosé se trasladó a París, epicentro creativo de la Europa del momento. Sus primeras ilustraciones las efectuó en las prestigiosas revistas satíricas del momento, como Cocorico y Le Rire, a partir de lo que se conocía como el género de las «españoladas», dibujos de bailaoras de flamenco, espectáculo musical de moda en París. Pero poco a poco Gosé abandonará dicha temática y se dedicará a la observación de la vida de la capital parisina, y trabajará en dos direcciones. Por un lado, en su faceta de denuncia de los conflictos sociales y políticos, donde tratará el sistema represivo que representaba la monarquía de Alfonso XIII. Pero también aquella otra que reproduce los escenarios y personajes de la vida moderna, sus cabarets y prostíbulos, con una mirada irónica y satírica y un estilo singular, refinado y decadente.
A la vez que Xavier Gosé realizaba ilustraciones para la prensa satírica, cultivaba un tipo de obra más intimista y personal. Prescinde de su lápiz más irrespetuoso, con el que había criticado a la sociedad española bajo el reinado de Alfonso XIII o el asesinato de Francesc Ferrer i Guàrdia, y se convierte en uno de los grandes cronistas de la ciudad y sus ambientes, especialmente de los más refinados, donde las apariencias y la sofisticación estaban por encima de todo. El éxito de sus dibujos le permitió vivir holgadamente, lo que hace pensar que él mismo pasó a formar parte de un entorno elitista y esnob.
Sus obras muestran damiselas y dandis inmersos en su cotidianidad en los cabarets y teatros, paseando por los bulevares, asistiendo a eventos sociales de distinto carácter, tomando café en una terraza e, incluso, en situaciones íntimas cargadas de sensualidad. Al mismo tiempo, como buen cronista, captaba los nuevos iconos de la modernidad, como por ejemplo la industria del automóvil, la aviación, la fotografía, el tango, importado de los suburbios de Buenos Aires, o las rutilantes actrices del cine mudo.
Como recordaba el gran modisto Paul Poiret en sus memorias Vistiendo la época, no nos tiene que sorprender que en París, ciudad en la que se desarrollaba más libremente la vida sensual y voluptuosa, floreciese la fantasía de la moda. Las ilustraciones de Gosé, que recreaban la parisina elegante, fueron solicitadas por las principales publicaciones de moda del momento, como Femina, Le Journal des Dames et des Modes o La Gazette du Bon Ton que promocionaban las prendas de Paul Poiret, Doucet, Worth, Paquin y Redfern.
Los industriales de la moda supieron explotar el filón mediático que ofrecía la ilustración gráfica. En ese sentido, Gosé formó parte, junto con Paul Iribe, Brunelleshi o Lepape, de la estela de artistas que interpretaban, a través de las esbeltas maniquíes, las creaciones de estos astros de la moda y, a su vez, realizaban sus propios diseños que anticipan un gusto moderno.