La Segunda Guerra Mundial fue un conflicto mortífero y apocalíptico que trastocó la historia contemporánea. Pertenece a nuestro pasado reciente, pero parece proyectarse todavía sobre nuestro presente. Después de una guerra global, el holocausto y la bomba atómica, la humanidad entró en crisis. En algunos casos, como en el del Estado español, el sufrimiento y la opresión se enquistaron. De forma general, el horror vivido o imaginado, individual o colectivamente, se manifestó de manera traumática. En paralelo al auge de la filosofía existencialista, el arte expresó estas inquietudes, proyectadas especialmente sobre la condición humana, más allá de los particularismos y de las diferentes corrientes y estilos de vanguardia. La figuración (a menudo en los límites de la abstracción) asume el reto de representar la figura, de dar imagen de la humanidad herida, angustiada, destruida o reinventada y germinal. Más allá de los retornos de la historia, las preguntas y el desasosiego moral y existencial que recogieron los artistas parecen vigentes, de nuevo, hoy.
Ciertos artistas se aproximaron a la figura de la víctima desde una voluntad antimonumental. Otorgan el protagonismo al individuo civil y anónimo que sufre la agresión y se encuentra en situación de desamparo. El cuerpo torturado y la persona aniquilada se oponen a la retórica del héroe y de la fuerza. Como las Mujeres rapadas de Anton Prinner, serenidad y dolor confluyen y, al ser recordadas, subliman la humillación y reivindican su dignidad.
El horror ante su crueldad lleva a generar inquietantes imágenes (es decir, iconos) de la humanidad monstruosa, grotesca y espantosa, que querían señalar su perversión nauseabunda. En contraste, en el marco de la desesperada crisis humanista de posguerra se produjo la emergencia de una religiosidad trágica y ajena a la pompa tradicional. La figura martirològica de Cristo se retoma en el marco de un expresionismo severo y trágico que adquiere cierta dimensión atemporal.
La condición humana, la idea y la imagen de la humanidad plena, serena y equilibrada parecía tocada de muerte. La disolución del cuerpo, su práctica desaparición eran síntoma de una humanidad herida hasta la disolución. Pero prácticamente al mismo tiempo, ya sea en el contexto de la victoria contra el fascismo, ya sea por apuesta moral y filosófica, la figura resurge y se alza, a menudo frágil y lacerada, para constituirse de nuevo como una posibilidad precaria que avanza hacia un futuro incierto pero posible.
A pesar del progresivo optimismo que se instala en las sociedades que se sintieron vencedoras y el crecimiento económico en los estados de la órbita occidental, ciertos países y colectivos se encontraron en una situación prolongada de precariedad, de opresión. El exilio y la supervivencia llevaron a sentimientos de melancólica alteridad, de identidades escindidas. Un sentimiento profundo de soledad marca los tiempos y las revueltas de los existencialistas. Los perdedores de la Guerra Civil española tuvieron que hacer frente al desarraigo y a la tristeza, a un tiempo detenido y viciado que afecta especialmente a las clases populares y a las mujeres.
El restablecimiento de una humanidad orientada a la felicidad, la armonía y la justicia no fue abandonado, pero no se podía realizar desde los estereotipos del progreso. Los artistas de la vanguardia radical como Miró, pero también desde otras marginalidades, plantearon la posibilidad de un optimismo poético a partir de un primitivismo vigoroso y arcádico. Nos encontramos ante la evocación de una nueva inocencia. En la reconstrucción de un optimismo que parte no de la política sino del instinto de supervivencia, la maternidad puede aparecer como metáfora vitalista.
Als anys seixanta va desapareixent l’entotsolament existencialista de caràcter filosòfic i es consoliden nous debats més concrets, que privilegien el col·lectiu: el feminisme, la defensa dels drets civils, la possibilitat de la revolució, la descolonització i la resistència a les involucions dictatorials. En el context de l’hedonisme consumista i dels conflictes dels anys seixanta, sorgeixen nous debats humanistes, de vocació política i comunitària.