Las obras viven la vida que les damos. Aunque solemos imaginarlas aisladas como un árbol solitario, o un dios solo, cuando colocamos dos o más la una junto a la otra, las nociones de hospitalidad, de tolerancia, de simpatía, se les pueden aplicar a la perfección. Su lado salvaje y su lado sociable permiten a las obras ir a medias en una determinada figura de conjunto que les propongamos o que nos propongan ellas. En todo ello, la obra parece que sea alguien: alguien humano o casi humano.
Otra cuestión. A través de este pequeño campo de maniobras que hemos desplegado, pretendemos dar fe de una comunidad de vida, de cultura, con la misma inconsciencia, fuerza y naturalidad con que ha sido creada. ¿Es posible dar fe de dicha realidad sin publicitarla? ¿Es posible expresarla con fervor y discreción, y muy imaginativamente, como lo han hecho los mismos autores que la conforman? Porque esto no es un producto ni un activo, es el espíritu o pertenece al espíritu de este rincón del mundo. Y cada rincón del mundo tiene vida de esta clase. Es la vida secreta de los bosques, de las ciudades. Una inmensa fuente que mana siempre, que no se agota nunca.
Tanto la Maniobra como el libro Mareperlers i ovaladors del que parte han sido planteados desde este presente decreciente o, cuando menos, asombrado. Por eso hay un descarado elogio de la quietud, de la incubación (entendido como incubación de lo local), de la urgencia de volver a tocar el mundo, de relacionarse con la geografía concreta que sea. Porque, aparte de nuestra condición humana, empieza a ser hora de defender nuestra condición terrestre. Y el barroco rusticado de estas tierras es un buen modelo para ello.
La mayoría de emparejamientos de obras que proponemos desvelan el terrorismo, la autarquía y la civilización campesina y ciudadana de un sotocampo paciente que las atraviesa y las sopesa.
La Maniobra es una línea de obras. La idea de tocar el mundo la hemos aplicado a la contigüidad de las obras, con el deseo de contacto y los ejercicios de transmisión de tacto que las obras puedan plantear entre sí. Por eso las hemos dispuesto a lo largo, desprotegidas de marco e incluyendo varios dibujos preparatorios, como si todas las obras fueran preparatorias de todas. Por eso también, para remacharlo, hemos insistido obsesivamente sobre unos mismos autores y un mismo anonimato, como quien bate un huevo en un plato con muchas elipses ligadas, doradas y con un punto fluido, secuencial, de retablo raso.
A las obras, les agradezco su espíritu y su disponibilidad. Gracias, obras, gracias.
El maniobrero