En la exposición se pueden ver diecinueve obras de una colección privada que fueron realizadas por pintores españoles del siglo XVII, todas ellas dedicadas al género del bodegón. En los cuadros podemos observar la disposición de productos naturales y artificiales ordenados de forma agradable a la vista, una naturaleza domesticada por la acción humana. Desde la despensa rústica de una casa de campo, que pretende informar de la vida sencilla de la gente humilde, hasta una mesa servida con la representación minuciosa de los objetos, para una clientela selecta que quería mostrar su ajuar. También hay espacio para el subgénero de los floreros, con su vertiente decorativa y simbólica, así como una vanitas que reflexiona sobre el carácter transitorio de la existencia. Se trata de un mundo en el que el tiempo parece que no ha pasado, porque la composición ha quedado inalterada, intacta, quieta, muerta. La vida se ha detenido y la belleza ha permanecido incólume.