Francesc d’A. Galí. El maestro invisible
Francesc d’Assís Galí i Fabra (Barcelona, 1880-1965) fue una de las figuras más relevantes del arte catalán de la primera mitad del siglo XX. Formado junto a Pompeu Fabra, renovó la pedagogía artística catalana durante el noucentisme, convirtiéndose en maestro de toda una generación de artistas desde su Escola d’Art –donde formó a Joan Miró o Llorens Artigas– y la Escola Superior dels Bells Oficis de la Mancomunidad de Cataluña. Galí también desarrolló una fecunda trayectoria artística: como pintor, dibujante, muralista, cartelista e ilustrador. Guiado por Santiago Rusiñol y Alexandre de Riquer, su obra atraviesa la modernidad catalana –el modernismo, el simbolismo, el noucentisme y la vanguardia–, realizando obras tan notorias como la cúpula del Palau Nacional o los carteles de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929. A pesar de sus méritos, Galí quiso tener un papel invisible: trabajando a la sombra de sus discípulos, sin autorreconocerse como artista y despreocupándose de su legado. Una condición que el estallido de la Guerra Civil acabó de consolidar. Esta exposición quiere hacer visible la huella de aquel que no quiso dejar rastro.
Ámbito 1. Un pintor de Els Quatre Gats
Galí se formó en un entorno pedagógico privilegiado. Su padre era catedrático de retórica en la Universidad de Barcelona, y su tío era Pompeu Fabra, con quien convivió hasta los veinte años. Fabra tuvo un papel esencial en su formación intelectual y artística, y lo introdujo en el círculo de Els Quatre Gats. Entabló amistad con Santiago Rusiñol y Ramon Casas, de quienes Galí recibe una clara influencia en sus primeras obras, dentro del realismo expresivo y social propio del cenáculo. Con quince años se inscribe en Llotja, en la misma promoción que Pablo Picasso, y en 1899 en la academia del pintor y decorador Claudi Hoyos, con quien se introducirá en el entorno del Círculo Artístico de Sant Lluc.
Ámbito 2. El momento simbolista
A principios de siglo, la obra de Galí experimenta una transformación hacia un arte de clara evocación simbolista, con elementos goticistas, figuras y paisaje míticos y representaciones religiosas. Alexandre de Riquer jugó un papel clave en ese cambio, desde la maestría que ejerció en su taller-estudio que había abierto a pocos metros del nuevo taller de Galí, detrás del ábside de la catedral de Barcelona, junto con el músico Joan Llongueras y el escritor Manuel de Montoliu. Riquer fundó una suerte de cofradía medieval, donde jóvenes artistas –Ricard Opisso, Eugeni d’Ors, Josep Triadó– podían aprender los principios prerrafaelitas que el pintor había importado de Londres: el culto a las artes aplicadas, la belleza, la patria, el trabajo, la música, el amor o la naturaleza; valores que asentarán las bases de un ideario noucentista que estaba a punto de eclosionar.
Ámbito 3. El pedagogo de toda una época
Galí fue uno de los principales pedagogos de la modernidad artística catalana. Impartió sus enseñanzas primero desde su Escola d’Art (1902-1915) y más tarde, hasta 1923, desde la dirección de la Escola Superior dels Bells Oficis de la Mancomunidad de Cataluña. En sus aulas se formaron muchos de los principales artistas catalanes del periodo de entreguerras: desde los continuadores del noucentisme –Josep Aragay, Rafael Solanich, Francesc Vayreda, Manuel Humbert, Rafel Benet, Jaume Mercadé–, hasta representantes de la vanguardia, como Joan Miró, Llorens Artigas o E.C. Ricart, entre otros. Galí basaba su enseñanza en la formación intelectual y sensible del alumno: en la lectura de clásicos, las audiciones musicales, excursiones por todo el territorio –principalmente el Montseny– y la visita a exposiciones de vanguardia de la Sala Dalmau. Abrió a sus alumnos a las artes decorativas, inventó técnicas de formación avanzadas para desvelar su personalidad artística y los conectó con el contexto identitario de su tiempo.
Subámbito 3.1. La Escola d’Art y el imaginario noucentista
Ubicada en la calle de la Cucurulla de Barcelona, la Escola d’Art Galí se convirtió en la principal escuela de arte difusora de la doctrina noucentista: se leía el Glosari de Eugeni d’Ors, los clásicos latinos o biografías de artistas del Renacimiento. Los alumnos investigaban sobre las formas y técnicas del pasado artístico catalán, principalmente del barroco (la cerámica popular, la platería, el grabado al boj), poniendo atención en la creación de símbolos populares y nacionales que contrarrestaran la erudición hermética del simbolismo o el individualismo de los pintores modernistas. Tal y como recordaba Alexandre Cirici i Pellicer, «La Escola d’Art Galí puso en circulación una idea de la Cataluña mediterránea, un poco griega, muy florentina y fuertemente campesina y marinera, y una temática de jóvenes campesinas y mozos con cántaros y agaves, de golondrinas y cestos de fruta, de veleros y campanarios, de un barroquismo que se iba afinando, haciéndose esbelto, en un delicioso manierismo franco y lleno de salud.»
Subámbito 3.2. Miró y los ejercicios de tacto
Joan Miró admitió en diferentes ocasiones la importancia que tuvieron los ejercicios de tacto en la Escola d’Art Galí, a la que asistió entre 1912 y 1915. Tal y como se desprende de los dieciocho dibujos donados por el artista a su fundación, el ejercicio consistía en palpar diferentes volúmenes (una patata, una manzana, un rostro, una roca) y con los ojos vendados intentar captar su forma interna. Miró lo recordaba como un método que Galí inventó para él, «incapaz como era de ver un volumen. Nada mejor que desarrollar la memoria intuitiva de las formas para dar sentido a la forma.» Miró también reconoció que aquellos ejercicios fueran el origen de su sentido del volumen y su interés por la escultura.
Subámbito 3.3. El paisaje mental
Muchos de los discípulos de Galí –Josep Llorens Artigas, Rafael Benet, Joan Bergós, Joan Miró– recordaban sus ejercicios de paisaje durante las excursiones al Montseny. Tenían que ir sin herramientas de trabajo, «provistos de una corona de ojos en la cabeza», a fin de poder captar la idea mental y esencial del entorno. También era conocida la técnica de pintar o dibujar la naturaleza por masas, fijándose más en «el dintorno» que en el contorno, encontrando por tanteo el orden orgánico de las formas. Valía más insinuar bien, que acabar falsamente. Un método elogiado por Gaudí y asimilado por el joven Miró, los paisajes iniciales de quienes patentizan la investigación del equilibrio entre la forma interna de la naturaleza y «la fuerza misteriosa» por la que confesaba a Artigas que se sentía atraído.
Subámbito 3.4. La Escola Superior dels Bells Oficis
En septiembre de 1915 Galí es nombrado director de la Escola Superior dels Bells Oficis: el centro de la Mancomunidad de Cataluña ideado para formar directores de talleres artísticos del país. Galí desarrolló su doctrina pedagógica, orientando a los alumnos a través de los oficios (artes de la tierra, jardín, madera y tapicería) y contratando a profesores de referencia, muchos de ellos procedentes de su escuela: Josep Aragay (cerámica), Joan Bergós/Antoni Puig Gairalt (construcción), Tomàs Aymat (arte textil), Esteve Monegal/Pau Gargallo (escultura), Ramon Sunyer/Jaume Mercadé (joyería), Joan Mirambell/Nicolau Rubió i Tudurí (jardinería), Lluís Bracons (lacado) o Feliu Elias y Joaquim Folch i Torres (historia del arte). Galí impartía la materia de Dibujo y color, y dinamizaba las salidas al Montseny y al Palau de la Música. Entre los más de 500 alumnos que pasaron por la ESBO y la Escola Tècnica d’Oficis d’Art –creada más tarde para la formación de obreros cualificados–, se cuentan artistas como Josep Maria Gol, Marià Espinal, Francesc Domingo o Llorens Artigas (que fue su secretario). La escuela fue el germen de una nueva edad dorada de las artes decorativas en Cataluña y se clausuró con la irrupción de la dictadura de Primo de Rivera, en el marco del llamado caso Dwelshauvers.
Ámbito 4. Galí cartelista
Motivado por su ideal de comunicación social de las artes, Galí destacó también como cartelista. Creó carteles a lo largo de toda su trayectoria, con un momento de especial intensidad durante el periodo de entreguerras, cuando se encargó de la comunicación de grandes exposiciones y certámenes. Su estilo incorporó elementos típicos del imaginario noucentista –barcos, diosas, golondrinas y flora mediterránea– que con los años trabajó con recursos propios de la vanguardia (síntesis de volúmenes, colores y formas). La exposición de carteles en la Sala Dalmau, prologada por Llorens Artigas, y carteles célebres como los de la Exposición Internacional de 1929 o la orquesta Pau Casals, lo consagraron como uno de los primeros cartelistas de su tiempo.
Ámbito 5. El pintor mediterraneísta
Con la clausura de la Escola Superior dels Bells Oficis, Galí retoma su actividad pictórica: lleva a cabo dos exposiciones en la Sala Parés (1933 y 1935), vuelve a participar en los Salones de Otoño y Primavera, y también en dos ediciones del prestigioso Carnegie Institute de Pittsburgh. Se aplica en una obra de clara evocación mediterránea: escenas ideales con figuras femeninas en un contexto evocativo y marinero. También realiza bodegones, paisajes y escenas de costumbres. En paralelo, Galí satisface diferentes encargos de pintura mural, como el ábside de la Seu Vella de Lleida (de Joan Bergós), la sala de música de la residencia de Ramon Puig Gairalt o el edificio de Correos de Barcelona (de Josep Goday).
Frase pasillo entre ámbitos 5 y 6
«¡Qué hacía falta a los jóvenes de nuestro tiempo sino un hombre así, un hombre que pusiera a sus discípulos en contacto con las cosas del mundo y que buscara en sus espíritus la fuerza que tenía que despertar nuestro arte del presente!» Josep Aragay, «En Francesc Galí com a Mestre», Vell i Nou, 15/05/1915
Ámbito 6. La Exposición Internacional de 1929
Galí fue uno de los artistas que más participó a la Exposición Internacional de Barcelona de 1929. Por encargo del comisario general, Lluís Plandiura, elaboró tres carteles promocionales de la exposición, un diorama para la exposición Arte en España y diseñó el Biombo de la creación con Ramon Sarsanedas, para el Pabellón de Artistas Reunidos. También fue el autor del gran mural para el casquete de la cúpula del Palau Nacional, dedicado a revisar con 35 figuras alegóricas la cultura española en los ámbitos de las bellas artes, la ciencia, la religión y la tierra. Una obra para la que Galí tuvo que pasar más de medio año subido sobre un andamio precario a treinta metros de altura, lo que le provocó pesadillas durante el resto de su vida. Galí se encontraba en su mejor momento artístico: tanto en lo que se refiere a la calidad como a reconocimiento en un contexto que le seguía considerando maestro y referente.
Espacio Ithell Colquhoun
En 1939 Galí emprende el camino hacia el exilio en Londres, donde mantendrá una intensa relación afectiva con la pintora surrealista Ithell Colquhoun. Aquella experiencia cambiará el signo del arte de Galí para siempre.