Más sobre el Renacimiento y el Barroco

Más sobre el Renacimiento y el Barroco

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El fondo refleja la evolución del arte europeo en los siglos xvi, XVII y XVIII. Al principio de la época del Renacimiento, en Cataluña convivían las formas góticas con otras soluciones nuevas, en las que se mezcla el fervor religioso con el detallismo de la vida cotidiana. Obras como el San Cándido, de Ayne Bru, o el San Blas, de Pere Fernández, llevan el sentimiento humanista y el sello del arte de vanguardia que se realizaba en Italia.

El Retablo de San Eloy de los plateros, de Pere Nunyes, mantiene el tono del nuevo lenguaje, el mismo que utiliza el escultor Damià Forment para el grupo de la Dormición de la Virgen. A finales del siglo xvi, la pintura hispánica genera obras de gran belleza, que quedan patentes en la modernidad del color en el Cristo con la Cruz y en el San Pedro y San Pablo de El Greco. Contemporáneamente, el Eccehomo de Luis Morales transmite el sentimiento devocional de la Contrarreforma.

En el siglo XVII destacan las obras de los maestros del Siglo de Oro español, como el Martirio de San Bartolomé, del valenciano Josep de Ribera, llamado “Lo Spagnoletto”, el San Pablo, de Diego Velázquez, o la Inmaculada Concepción y diversas naturalezas muertas, de Francisco de Zurbarán.

Volviendo a Cataluña, la imagen de San Cayetano, del escultor Andreu Sala, se hizo eco del arte de Bernini. El recorrido se inicia con los frescos de la Capilla Herrera, de Annibale Carracci y colaboradores, que decoraban la iglesia romana de Sant Jaume dels Espanyols, y continúa con pinturas de otros artistas italianos como Gioacchino Assereto, Massimo Stanzione y Andrea Vaccaro.

Llegado el siglo XVIII, el conjunto dedicado a la Vida de San Francisco, de Antonio Viladomat, que decoraba el claustro del convento de frailes menores de Barcelona, constituye la única serie de vida monástica conservada íntegramente en un museo. Por otra parte, la atrevida obra de Francesc Pla, llamada “el Vigatà”, representa la libertad pictórica en la decoración de interiores de las casas de la nueva clase acomodada mercantil e industrial, precursora del arte que debía desarrollarse en el siglo XIX.

En este fondo, que refleja el gusto de una parte de nuestra sociedad civil por el arte del Renacimiento y el Barroco, contribuyen dos importantes aportaciones, el legado Cambó y la colección Thyssen-Bornemisza.

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